Hace más de 50 años, cuando el neurocirujano argentino, doctor Armando Basso, se inició en la especialidad, para conocer el funcionamiento del cerebro debían esperar que muriera el paciente. Luego abrían el cerebro, realizaban cortes histológicos, y para descubrir cómo funcionaba tenían que estimular las diferentes zonas y recoger los datos, según explicó a LA GACETA el mismo doctor Basso, maestro de maestros, con trayectoria y prestigio mundial.
“Hoy, gracias a las imágenes de la resonancia magnética nuclear y al sistema llamado tractografía, se observan en colores los fascículos cerebrales (haces de fibras nerviosas que unen las distintas áreas de la corteza cerebral) en varios esquemas y modelos. Además, verificamos si están en el lugar correcto o no, y un sinfín de detalles más. Esta información la correlacionamos con la clínica del enfermo y nos da la posibilidad de saber qué le está pasando y de qué modo vamos a resolver su lesión o trastorno: con nuevas drogas, o con los nuevos procedimientos quirúrgicos miniinvasivos que permiten llegar a zonas del cerebro antes inexpugnables para resolver con gran precisión el problema. Cada vez conocemos más secretos del cerebro y podemos explicar científicamente cómo funcionan...”, detalló el doctor Basso, conferencista invitado al 44° Congreso Argentino de Neurocirugía que se clausurará hoy en el Hotel Sheraton.
- Hubo cambios abismales...
- Totalmente. Antes, un paciente operado del cerebro estaba varios días en coma. Muchos seguían de viaje porque el Señor los llamaba. Hoy se opera y a los dos o cinco días se le da el alta, es casi un sistema ambulatorio con resultados efectivos. Estos son progresos increíbles que sorprenden, y a los de mi generación, mucho más todavía. El cirujano actual debe saber biología molecular, genética, es decir un conocimiento muy amplio para investigar a fondo la patología del paciente y brindarle lo mejor.
Nuevo paradigma
En la reunión científica, el doctor Basso disertó sobre “La educación en la neurocirugía y en la medicina”, porque el avance que hubo en todas las ramas de la medicina amerita instaurar nuevos paradigmas de enseñanza. “Ahora hablamos de la medicina y el cuidado de la salud en transición, ya que las investigaciones y los descubrimientos continúan día a día”, enfatizó el profesor emérito de la UBA.
Tal situación obliga a cambiar el sistema de educación. Ya no basta ni sirve que el docente se pare frente a un púbico receptor sin importarle si quienes lo escuchan entienden o no. “Hoy en día el esquema educacional debe ser otro, cuyo punto de vista -como decimos nosotros- debe ir desde lo molecular hasta lo social. Es decir que el médico tiene que conocer todo, no sólo los avances en el campo que le corresponda sino también qué demanda la sociedad. Esto es mucho más importante que hace 40 años. Entonces, nuestra obligación es formar a los nuevos médicos con su participación activa. El educador tiene que ser sólo una guía. Y este concepto no es mío: es una decisión consensuada en los comités internacionales”, aclaró.